Día 1
Ayer me invitaron a la segunda ronda de Pfizer; me he levantado sin rastro de resaca, únicamente algo de mal cuerpo, pero estoy acostumbrado: desde siempre frecuento poco el gimnasio.
Así las cosas, es la ocasión de la más memorable frase que conozco: “hacemos las maletas y nos vamos”.
Efectivamente, 3 horas después tenemos la moto cargada, las plantas regadas, las persianas bajadas y unas ganas locas de arrancar. Son 5 días nada más, pero suficientes par desempolvar la moto y la cabeza. Nuestro destino es Cantabria, que el pasado año nos quedamos con las ganas.
Este primer día va a ser de “acercamiento”, la idea es llegar a los alrededores del embalse de Compuerto en Palencia atravesando los campos castellanos por secundarias. Sin embargo, la madre Naturaleza tenía otros planes, además de muy mala leche.
Al poco de pasar Navacerrada, cerca de Turégano empezó el juego del gato y el ratón; el ratón éramos nosotros y el gato una inmensa cadena de tormentas que acechaban por todos lados. Esquivando tormentas variamos nuestro rumbo y abandonamos las secundarias para buscar la A67 que nos permitiría mayor velocidad (menos tiempo de exposición) pasar por detrás de un tormentón que desde lejos veíamos cómo descargaba agua y aparato eléctrico como si no hubiera un mañana.
Tras superar Valladolid y acercarnos a Palencia, parecía que esta vez, como en las historias de Tom y Jerry o de Pixie y Dixie y el gato Jinx (recuerdo que me acaban de poner la segunda dosis), el gato va a salir escaldado. Pero nada más lejos de la realidad, nada más pasar Palencia, varias tormentas nos acorralaron sin compasión y sin preaviso. Fueron menos de 10 minutos de agua, pero qué cantidad de agua.
Total, húmedos y vencidos, nos dirigimos a Carrión de los Condes dónde con un reconstituyente, en formato cerveza, en la mano, buscamos una habitación. Resultado del día: unos cuantos kilómetros menos de los previstos y bastantes litros de agua más de los deseables.
Día 2
Abandonamos Carrión de los Condes por la CL-615, la cual, hasta Velilla del río Carrión, es una sucesión de rectas entrelazadas con una mísera curva puesta para que parezca que el diseñador de la carretera hizo algo de su trabajo en su momento.
Pero una vez pasado Velilla, ya en la P-215 que luego pasa a ser la LE-215, entramos en una especie de valle muy bonito, con paredes rocosas y escarpadas por la izquierda de la carretera y con acogedoras praderas salpicadas de pequeños bosques que recuerdan los paisajes suizos; tanto es así que a la salida de cada curva esperas ver a Heidi correteando por la pradera con sus mofletes encendidos y tras ella a su amigo Pedro saliendo de entre los árboles llamándola a gritos con los pantalones por los tobillos.
Poco después empezamos a acompañar al río Yuso al que abandonaremos en Portilla de la Reina para correr al lado del arroyo del Naranco. Un poco antes de llegar a Llánaves de la Reina, hay que hacer una parada obligada en el mirador Sierra de Orpina, donde las vistas son espectaculares y da entrada a un revirado cañón que desemboca en Llánaves. De aquí al puerto de San Glorio y, por supuesto, parada en el mirador del Corzo, desde el cual se desciende hasta Potes por una sucesión de curvas con cierta mala leche.
En Potes aprovechamos la civilización para comprar comida y bebida y nos dispusimos buscar un lugar agradable en la carretera para dar rienda suelta a nuestro instinto de supervivencia devorando lo adquirido. Buscar lo buscamos, pero no lo encontramos y ante la insistencia de nuestros estómagos en forma de rugidos, no quedó más remedio que parar en el primer sitio que encontramos que nos permitía apartarnos un poco de la carretera: la entrada a una finca. Al menos, no seríamos arrollados mientras mordíamos nuestros bocadillos por el primer camión que pasase por allí.
La idea inicial era llegar hasta Bárcena Mayor para bajar después a Reinosa y dormir allí, pero por motivos laborales salimos más tarde lo previsto y viendo la hora, acordamos pasar primero por el hotel en Reinosa y luego ir a Bárcena Mayor a pasar el resto de la tarde/noche.
Pero incumplimos nuestro plan: tras el check-in y descargar la moto fuimos presa de la llamada del bar que malévolamente habían colocado junto al hotel; igual que en la Odisea los marinos sucumbían a la llamada de las sirenas, nosotros caímos en manos (más bien en burbujas) de malvadas cervezas que prometían refrescar nuestros gaznates y alegrarnos el espíritu.
Sin demasiado pesar por el plan roto nos dispusimos a tragelar unas cervezas mientras llegaba la hora de agasajar el cuerpo con algunos manjares propios de la zona y en su defecto, ya que había poca oferta, encontramos un sitio abierto y con hueco en el que la comida estaba buena, pero desde luego no era de la zona, digamos que tenía un punto y medio de “creativa”.
Satisfechas nuestras necesidades alimenticias, volvimos al hotel a satisfacer…. Soy un caballero y no soltaré prenda de lo que ocurrió.
GUAPO❤️
volver a leerte un placer!!
Muchas gracias!!! Intentaré estar a la altura de la expectativas.
Por fin nos deleitas con tus «desventuras». Y por cierto en Palencia hay un Saldaña….
Hola, te contesté el otro día pero debo hacer algo mal porque no veo la respuesta. Te decía que sí, que pasamos por Saldaña y ese fue el origen del equívoco por la noche mientras cenábamos.
Grande
Hola Justo, ¿Cómo estás? Ya queda menos para la Leyenda, que solo nos vemos de fiesta en fiesta.